El vértigo de las imágenes
Lotty Rosenfeld / Oriol Vilapuig / Joel Peláez / Werker Collective / Lee Friedlander / Guido Guidi / Julia Montilla / Bleda y Rosa / Linarejos Moreno / Xavier Ribas / Patricia Dauder / Silvia Navarro Martín / Teresa Arozena / Carla Filipe / Larry Sultan y Mike Mandel / Eric Estany Tigerström / Aleix Plademunt / Laia Serra Cribillers / Tobias Zielony / Damián Ucieda / Pérez y Requena / Paul Graham / Joana Moll / Man Ray / Marina Gadonneix / Eline Benjaminsen y Dayna Casey / Max de Esteban / Lucia Prancha / Pilar Monsell / Ismaïl Bahri / Mabel Palacín
TEA. Tenerife Espacio de las Artes
Salas B, C, Vestíbulo y Videoclub.
Del 14 de noviembre de 2025 al 22 de febrero de 2026
En una época que no cesa de anunciar su fracaso y de reiterar que nos hemos quedado sin futuro, sin un fundamento estable donde asentar una vida social o un ecosistema del que formar parte sin fragilizarlo de forma dramática, la sensación de encontrarse al borde de un precipicio o en una permanente caída libre se ha convertido en una aprensión habitual. En medio de esta vorágine, ¿qué lugar ocupan las imágenes? ¿Contribuyen a una aceleración insostenible o, por el contrario, es a través de ellas que podría gestarse una inflexión? ¿Cómo orientarnos en la experiencia que nos proponen las imágenes?

En los últimos años, la idea de imagen ha quedado en gran medida secuestrada por lo que vemos en las pantallas de los dispositivos móviles, y su identificación con la producción visual que circula masivamente por la red es casi automática. No obstante, las imágenes y sus fuerzas potenciales configuran un territorio de realidades y experiencias tan vasto y heterogéneo como indefinido. En lo que concierne específicamente al medio fotográfico, las fronteras entre imagen digital, computacional o creada por sistemas algorítmicos entrenados con “fotografías” son cada vez más borrosas. Aunque este medio nunca ha sido el resultado de una única tecnología, en la última década no cabe duda de que su escala se ha desbordado. Por otra parte, las transformaciones impulsadas por el creciente protagonismo de la inteligencia artificial no hacen sino tensionar todavía más los intentos de definir qué son las imágenes.

Este nuevo escenario nos obliga a reconsiderar no solo nuestros modos de percepción y entendimiento, sino también las formas en que las imágenes nos interpelan, nos afectan y nos vinculan con el mundo. En diálogo con estos desplazamientos contemporáneos, resulta pertinente volver la mirada hacia las estructuras históricas que han modelado nuestra comprensión visual. El relato canónico del arte y la fotografía ha privilegiado, tradicionalmente, una lógica de lectura y decodificación: la imagen como algo dispuesto ante el ojo del espectador para ser interpretado. Sin embargo, a lo largo de las últimas dos décadas, múltiples voces provenientes de la filosofía y de las prácticas artísticas coinciden en resituar la noción de imagen liberándola de su reducción a objeto, representación o evidencia de lo visible. Las imágenes, desde este punto de vista, definirían un campo de exploración, un proceso de pensamiento sensible de carácter relacional cuya fuerza sísmica se resiste a todo acotamiento demasiado restrictivo.

Atender al vértigo de las imágenes, como propone esta exposición, plantea la necesidad de revisar de forma crítica la experiencia que conforma nuestra relación con ellas, sin obviar las complejidades que pautan su condición en la actualidad. Más concretamente, la muestra se sitúa en la urgencia por reivindicar los procesos que configuran y su potencia para generar diversidad frente a lo normativo; imprescindible para contrarrestar las imposiciones de los imaginarios hegemónicos. Por otra parte, también se interroga respecto a cómo lidiar con esos mecanismos de producción de imágenes operativas creadas por sistemas de inteligencia artificial cada vez más sofisticados cuyas lógicas y alcance escapan cada vez más a la agencia que pueda ejercerse respecto de su uso.

En este sentido, la propuesta curatorial para la exposición de Fotonoviembre en el TEA responde al desafío de seguir pensando en la fotografía y lo fotográfico, aunque sin la limitación que supondría circunscribirse a una práctica mediática específica o centrarse exclusivamente en su dimensión técnica más reciente. Partiendo del carácter vinculante que caracteriza a las imágenes y, al hilo de las argumentaciones desarrolladas por la filósofa Andrea Soto Calderón, la exposición se articula a partir de un conjunto de proyectos que, desde distintas prácticas, zonas de interés y perspectivas temporales, contribuyen a desplazar la noción de imagen de una dimensión objetual a otra experiencial y performativa. No vemos las imágenes, señala Soto Calderón, como vemos los objetos, sino a través de ellas. No obstante, la importancia capital de este desvío no ha sido todavía suficientemente destacada.
Si resulta tan urgente abordar esta consideración se debe a que señala el punto exacto donde se pone en juego la capacidad para seguir imaginando, para gestar nuevas posibilidades allí donde están siendo negadas. Más allá de la diversidad de sus prácticas, cada uno de los proyectos reunidos en esta muestra pone en movimiento la potencia formativa de las imágenes, su fuerza para desestabilizar lo que se da por sentado. Lo hacen a través de gestos que instituyen una libertad arrebatada, de reensamblajes que alteran el flujo habitual de imágenes o de escenas que propician la acogida de lo que ha sido obviado; no porque lo conviertan en algo reductible a un “tema”, sino porque las operaciones que propician sus obras nos desplazan hacia los bordes de lo visible, donde la imaginación puede desenvolverse con mayor libertad. De ahí que, en gran medida, los trabajos presentados constituyan una interrupción de aquellas tendencias que han tratado de cooptar el potencial inherentemente insumiso de las imágenes. Algo nada evidente si se tiene en cuenta que los poderes con los que se trata de organizar las economías de la vida de forma unívoca y sin aparente alternativa se han naturalizado hasta el punto de eludir todo cuestionamiento crítico.
Si estas perspectivas defienden la capacidad de las imágenes para abrir espacios de atención sensible no previstos, el planteamiento discursivo que atraviesa la exposición también señala algunas aristas que subyacen a los sistemas de su producción. En lo que se refiere a las prácticas fotográficas o audiovisuales, no puede ignorarse que, por sus características técnicas, así como por aquello que implica la circulación y el almacenamiento de datos, participan de formas de explotación de recursos y extractivismos cuyo impacto ecosocial es cada vez más grave. A este respecto, El vértigo de las imágenes problematiza situaciones de interdependencia crítica. No únicamente para recalcar que los medios digitales tienen sus propias materialidades, sino también porque sus infraestructuras imponen condiciones de vida. Los síntomas del vértigo, múltiples y diversos, son la alerta que dirige nuestra atención a lo que acontece en el vórtice de las imágenes.